La importancia de abrir un libro de Historia

Sobre la tragedia en Gaza podemos hablar largo y tendido. Al contrario que de otros temas, a pesar de la saturación de artículos y análisis que se publican, creo que quedan muchas cosas que decir. Pero hay algo que no aguanto. Todos los que, presos de un ataque de cuñadismo, escriben con la solemne intención de «yo te explico el conflicto palestino-israelí en dos patás«. En este caso al cuñadismo hay que añadirle ínfulas literarias. Y entonces nos salen engendros como «La importancia de llamarse Israel» de un tal Jorge Izquierdo. Nos cuenta esto:

Palestina, que era propiedad de Inglaterra (perdón, quiero decir un protectorado británico), se inventó un nombre ficticio, un estado, llamado Israel. De esta manera, Inglaterra, apoyada por Francia, podía estar “de juerga” por Extremo Oriente y controlar a Egipto. Un Egipto que por aquel entonces comenzaba a estar harto de la dominación inglesa y donde un incipiente nacionalismo, de la mano de Nasser, amenazaba con nacionalizar el Canal de Suez.

Empezamos con que el dominio británico era una administración temporal con fecha de caducidad después de que Francia y Reino Unido trocearan el Imperio Otomano al término de la Primera Guerra Mundial. Oriente Medio se llenó de países con fronteras y nombres arbitrarios a falta de nombres históricos, retomando el nombre de la provincia romana en algunos casos. Como Palestina, un territorio que se pretendió primero reservar como «zona internacional» por Gran Bretaña, Francia y Rusia por albergar lugares sagrados para las tres religiones monoteistas. Pero la revolución en Rusia la dejó fuera del tablero geopolítico en la zona. El Imperio Británico cambió de opinión cuando encontró interesante la creación en la zona de un estado judío aliado que hiciera de barrera entre el Imperio Otomano y el Canal de Suez, el cuello de botella vital que controlaba las comunicaciones con la India.

Los judíos habían estado emigrando a Palestina desde finales del siglo XIX. Huían de la discriminación y las persecuciones violentas con la idea de llegar a tener allí algún día su propio estado-nación que sirviera de refugio a cualquier judío. Una parte de los que llegaron eran socialistas. Así que cuando se votó en Naciones Unidas en 1948 la creación del Estado de Israel votaron a favor, entre otros, la Unión Soviética, Polonia y Checoslovaquia. Los republicanos españoles en el exilio saludaron el nacimiento del país (en las Brigadas Internacionales hubo una enorme proporción de judíos). De hecho la Checoslovaquia comunista fue el primer país dispuesto a firmar un contrato de venta de armamento con las autoridades de Israel antes de su proclamación cuando se sabía que tan pronto se proclamara la independencia del país, los países vecinos árabes lo atacarían. Los países occidentales en cambio, establecieron un embargo e Israel se aprovisionó de materiales militares de formas rocambolescas.

Ahora agarren bien el volante de su DeLorean y comprueben el condensador de fluzo antes de que viajemos en el tiempo. Es difícil imaginar al Reino Unido apoyando el nacimiento de Israel para frenar al «incipiente nacionalismo» de Nasser porque hasta la guerra con Israel sólo lo conocían en su casa a la hora de comer. Fue la participación en aquella guerra lo que le hizo ganar prestigio y galvanizó su compromiso político en una organización por aquel entonces clandestina, el Movimiento de los Oficiales Libres. Es una frase del calibre de aquello que dijo Ramón Jáuregui sobre que la OTAN «permitió que EEUU nos ayudara a vencer a los Nazis».

Y así podríamos hacer con tantos artículos sobre el contexto histórico que se escriben estos días.

5 respuestas a “La importancia de abrir un libro de Historia

  1. Sí, la historia es interesante, enseña cosas que muchos no entienden, como por ejemplo que el ejercito Israelí nació de la conformación de grupos terroristas que mataron a los agentes de la ONU en la zona y realizaron ataques bastante sanguinarios contra las fuerzas británicas de ocupación (tal y como hoy lo hacen Hamas y Hezbola), o que la Nakba causo el desplazamiento de ochocientos mil palestinos expulzados de sus hogares a la fuerza, o que al principio los nuevos bloques de poder emergentes, ganadores de la Segunda Guerra Mundial, apoyaron su creación para contrarrestar la de los poderes coloniales en decadencia (Estados Unidos y la Unión Soviética votaron a favor de su creación).

    Por supuesto, la historia enseña muchas cosas interesantes, pero también nos enseña que las cosas se encuentran en un devenir constante: hoy por hoy, es obvio que los judíos en el poder no son socialistas y que un «Estado racialmente» puro solo puede existir chocando de forma directa con sus vecinos. Hasta sus viejos militantes y fundadores se quejan de la actual deriva de las políticas de Israel, es el caso de Uri Avnery, un viejo integrante del grupo Ingur que luchó contra la ocupación británica, por cierto muy brutal igual a la de la India, que ahora se a convertido en un miembro de oposición y un crítico acérrimo de los asentamientos. Gente como él, y muchos otros alzan su voz en estos días, recordandoles a los vanos ministros que están en el poder actualmente, que no entienden para nada la mentalidad de un militante que resiste a la ocupación de una fuerza extranjera, porque ellos no son más que jázaros conversos.

  2. Y qué manía tienen muchos con exhibir consignas, tales como «el Estado sionista» como etiqueta fácil y fuente simplificada de todos los males y para aumentar la cohesión grupal. El sionismo actualmente no es más que un discurso compartido y vacío que cada cual llena del contenido que quiere. En realidad el sionismo en sus comienzos era tanto un movimiento muy diverso, que atravesaba a otras ideologías como, y en buena medida, una utopía socialista, que decidió ponerse en práctica en los lugares donde suelen ponerse en marcha las utopías: en las fronteras.

    Las famosas cooperativas Kibutz son una prueba. Recuerdo que visité Israel y Palestina y una cooperante propalestina me comentó defraudada que los actuales Kibutz no eran esa comunidad idílica que imaginaba. Ese socialismo utópico del Kibutz ha devenido con facilidad en distopía, pues ahora muchos ultraortodoxos lo hacen suyo e incluso lideran algunas de las actuales cooperativas Kibutz. En otros casos ese socialismo se ha adaptado a los nuevos tiempos con la obsesión en la productividad y abundancia en la externalización y la subcontratación de servicios, es decir, en el neoliberalismo, otra de las etiquetas favoritas de los «virtuosos». Quizás, puede que sin saberlo, la «verdadera izquierda» española tenga esa obsesión antiisraelí porque le recuerda demasiado la facilidad en la que un movimiento utópico y bondadoso se convierte en algo perverso y en las antípodas de lo que pregonan… Una de esas obsesiones que permiten conjurar los propios fantasmas.

    Y exacto, Jesús, la izquierda española no fue siempre antijudía, sino todo lo contrario. Si no recuerdo mal, México e Israel fueron los únicos que reconocieron siempre el gobierno en el exilio de la II República. Por no hablar de la obsesión franquista con la conspiración judeomasónica, y que nos recuerda que la izquierda radical española tiene muchísimos conceptos en común con la Dictadura.

    Ah, y el enlace al cuñadismo es hilarante…

    1. La izquierda occidental en bloque se hace anti-israelí en el momento en que Israel se hace aliada de Estados Unidos mientra que los palestinos son apoyados por los regímenes socialistas árabes.

  3. Jésus, lo cierto y verdad es que la gente no lee. Sólo hay que retomar La novela Éxodo para conocer como se fragua el Estado de Israel.

    Otra cosa es la política interna de Israel (ascenso de los ultra ortodoxos , que están exentos de ciertos impuestos y no hacen el servicio militar) que también tiene su importancia en ciertas derivas extremistas en la política israelí, asentamientos etc… Y no, no estoy de acuerdo con los asentamientos, pero por supuesto Israel tiene derecho a defenderse de alguien que sólo busca su aniquilación. ¿Por qué ningún medio habla de esto?

  4. Es curioso cono la URSS y el bloque socialista creyó durante mucho, mucho tiempo que el Estado de Israel era un posible aliado. Creyeron ver un estado laico y socialista, al que apoyaron, rodeado de regímenes controlados por las potencias coloniales y muy religiosos.

    Un error de bulto en su estrategia en OM.

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