Cuatro grandes errores del gobierno Bush

Llevo una racha inusual de lecturas sobre terrorismo yihadista, Al Qaeda y la Global War On Terror del gobierno Bush: The Black Banners de Ali H. Soufan, The Longest War de Peter Bergen y Al Qaeda: From global network to local franchise de Christina Hellmich. A eso se añade la lectura de The Insurgents de Fred Kaplan. De todas esas lecturas emerge un relato terrible de lo que fue la «Guerra Global Contra el Terror» del gobierno Bush. En 2007 escribí «2002: El mundo que no pudo ser». Dije entonces:

Conviene pensar en el camino que pudo haber tomado los acontecimientos en el año 2002. La comunidad internacional pudo haberse volcado en la pacificación y reconstrucción de Afganistán contribuyendo a que los talibán quedaran convertidos en un grupo marginal exiliado en Paquistán. El terrorismo yihadista pudo haberse convertido en una cuestión policial combatida con las armas de la justicia en democracia.

Lo que hace seis años era una mera especulación mío resulta ser una reflexión atinada a la luz de los recuentos de cómo funcionó la maquinaria interna del gobierno Bush y la ceguera con la que actuó en tantos temas. El mundo pudo haber seguido otro camino. Los grupos terroristas pudieron haber sido combatidos con más eficacia. Vidas humanas pudieron ser salvadas. Puede que en un futuro distante los historidadores miren atrás y vean en las decisiones del gobierno Bush los errores que llevaron al comienzo del declive del «imperio americano». A mi entender esos errores son:

1º. Convertir la lucha contraterrorista tras el 11-S en una guerra sin reglas.
Hasta el 11-S la lucha contraterrorista la protagonizaban el FBI y grupos interagencia. Tras el 11-S el gobierno Bush decidió jugar duro y sucio como un adolescente impulsivo con el orgullo herido. Se creó el campo de internamiento de Guantánamo, se autorizó la tortura bajo un eufemismo y se le dio el protagonismo de la lucha contraterrorista a la CIA y a contratistas sin experiencia que emplearon en su delirio métodos más cercanos al entrenamiento BDSM que al interrogatorio táctico. Aquel desmadre produciría años después el escándalo de Abu Ghraib.

Abu GhraibEl resultado es que la información obtenida a los numerosos detenidos tras el 11-S fue de escasa utilidad y contraproducente, al terminar confesando los prisioneros torturados aquello que sus captores querían oir, como la existencia de armas químicas en manos de Al Qaeda o un vínculo del régimen iraquí con el 11-S. Unos interrogatorios chapuceros de los detenidos llevó a decisiones equivocadas en base a información errónea (como la invasión de Iraq), retrasó en un década la localización del paradero de Osama Bin Laden e impidió detener atentados de otra forma evitables, como el atentado contra el petrolero Limburg.

No es casualidad que la muerte de Bin Laden se produjo después de que se prohibiera la tortura para utilizar técnicas de interrogatorio profesionales y un nuevo gobierno se propuso darle un impulso a la olvidada caza del líder Al Qaeda.

2º. Invadir Iraq.
Son varios los testimonios que hablan de que en las 24 horas posteriores al 11-S por los pasillos de Washington altos miembros del gobierno Bush andaban pidiendo planes de invasión de Iraq. Entra dentro del terreno del psicoanálisis entender cómo toda un grupo de veteranos políticos que habían trabajado con George H. W. Bush durante la Guerra del Golfo de 1991 mantuvieron una década la «espinita clavada» de no haber derrocado a Saddam Hussein. La lista de razones para invadir Iraq es compleja. Se mezclan las mentiras de los disidentes y desertores iraquíes a sueldo de Washington que contaron (¿por órdenes de Irán?) a sus interlocutores las mentiras que quisieron oir, con la soberbia de querer redibujar el panorama político de Oriente Medio a hostias de una vez por todas. Habría que añadir el anticlímax que resultó la caída de los talibán con las ganas del gobierno Bush de vender a la opinión pública estadounidense una victoria militar con una entrada triunfal en la capital del enemigo.

Añadamos también la visión estato-céntrica del panorama global que existía todavía una década después de la caída de la URSS. La cuestión es que Estados Unidos se embarcó en una guerra absurda que privó de recursos a la pacificación de Afganistán, mermó la credibilidad de Estados Unidos en el mundo árabe y se convirtió en una fuente de radicalización en el mundo musulmán. Los resultados nefastos los hemos visto hace poco: La opinión pública estadounidense se puso muy en contra de intervenir militarmente en un país musulmán cuyo régimen había usado armas químicas contra su población civil. Conceptos como «armas de destrucción masiva» e «intervención militar en un país musulmán» se han vuelto tóxicos en Washington.

3º. El olvido de Afganistán.
La obsesión por Iraq tras el 11-S llevó a que Afganistán se convirtiera en un asunto secundario para el gobierno Bush. La invasión de Afganistán había sido un escaparate de la Revolución en los Asuntos Militares, con los soldados de fuerzas especiales empleando desginadores láser y comunicaciones satélite para que la fuerza aérea machacara las líneas talibán. Pero cuando cayó Kabul y se desplomó el régimen talibán el escaso número de tropas impidió sellar la frontera con Pakistán, permitiendo tras la batalla de Tora Bora que los líderes de Al Qaeda huyeran a Pakistán. A partir de entonces, la concentración y energía del mando regional de Oriente Medio se centró en la próxima guerra con Iraq.

Las tropas desplegadas por Estados Unidos resultaron ser insuficientes para estabilizar Afganistán, mientras que las desplegadas por los países aliados veían sus acciones limitadas por cuestiones políticas («caveats«). En el caso de España, el gobierno de Rodríguez Zapatero desplegó tropas en Afganistán en un paripé para compensar a Washington por la retirada de Iraq. Para colmo, la ayuda para la cooperación y desarrollado prometida en cumbres internacionales no se materializó y la que llegó lo hizo a un país donde la corrupción era rampante. Con las tropas rotando, cada contingente empezaba de cero sin perspectivas a largo plazo mientras la agencia contra la droga (DEA) montaba una campaña de erradicación de cultivo del opio que afectó principalmente a los campesinos pobres que no pudieron pagar los sobornos para que las autoridades afganas hicieran la vista gorda. Las consecuencias del desastre lo veremos cuando se retiren las tropas occidentales en 2014.

DEA4º. La negativa a entender la insurgencia iraquí tras la caída de Saddam Hussein.
Visto con perspectiva, el gobierno de ocupación estadounidense cometió dos errores garrafales. Disolvió el ejército iraquí y prohibió a los miembros del partido Baaz asumir cargos públicos o trabajos en la administración. Eso significó condenar al paro a decenas de miles de hombres con entrenamiento militar y prescindir de miles de funcionarios, técnicos y profesionales en un país donde la gente se afiliaba al partido único como requisito para ser funcionario. Es más, generó un enorme agravio en la minoría árabe sunní, beneficiada durante el régimen de Saddam Hussein, que se veía ahora ante una mayoría demográfica chiita que copaba el gobierno y los aparatos de seguridad.

Cuando la situación en Iraq se volvió totalmente descontrolada el gobierno Bush entró en fase de negación. La palabra «insurgencia» fue prohibida en informes y discursos. A los generales sobre el terreno se les negó ayuda y recursos. La mentalidad imperante fue de que Iraq se pacificaría con más potencia de fuego. Requirió toda una campaña de «guerrilla intelectual» dentro del establishment militar para que nuevas estrategias de conducción de la guerra permitieran a EE.UU. reducir la violencia en Iraq y retirar sus tropas. Iraq consumió cantidades astronómicas de dinero, vidas humanas y energía mental de Estados Unidos, incapacitando al país para asumir una posición de liderazgo en el mundo. Está por ver las consecuencias a medio y largo plazo del nuevo «síndrome de Iraq».

7 respuestas a “Cuatro grandes errores del gobierno Bush

  1. No me queda claro si querías decir 4 grandes errores y te saltaste uno o si al final los replanteaste y quedaron sólo 3, pero en cualquier caso hay algo muy cierto en esto que comentas: la década que va desde el ataque al World Trade Center y al pentágono dejó a EE.UU. metido en dos guerras, con el añadido de una crisis económica que les revienta cuando aún andan pegando tiros en una guerra como la de Irak que (sin entrar a evaluar si la han «ganado» o «perdido») desde luego no ha dejado un país en un escenario idílico. Y tras el modo en que se justificó aquella segunda guerra, y con el desempleo al alza y el Obamacare bloqueado a causa de la polémica sobre la deuda entre los dos partidos en el poder, se encuentran a una población que mayoritariamente rechaza las guerras en el exterior. Es algo de lo que Timothy Garton Ash escribió hace un mes una columna que sin entrar en profundidades hace un buen resumen: si EEUU deja de intervenir en el exterior, viviremos para arrepentirnos del día en que sucedió, y si no te gustaba el mundo en el que EE.UU. intervenía alegremente en las guerras que quería, prepárate a echarlo de menos cuando conozcas el mundo en el que se abstiene…

    Por todo lo que se pueda criticar a EE.UU., como persona que crece en europa occidental e integrado en la CEE/UE (yo tenía apenas 4 años cuando España entra a la CEE), me parece que cualquier diferencia cultural que se encuentre entre EEUU y Europa es puro narcisismo (onanismo en muchos casos). Si crees que EEUU son imperialistas y los valores mayoritarios en ese país no se parecen en nada a los tuyos, espérate a ver el apogeo de Rusia, o China, te vas a echar unas risas del carajo.

  2. Interesante artículo. Solo me queda una duda.. en el punto 4 decis que el término insurgencia «fue prohibida en informes y discursos». Esa frase es una licencia poética o efectivamente fue así? alguna fuente para confirmarlo?.
    Muchas gracias!

  3. Cómo Rumsfeld montó peloteras cada vez que alguien decía «insurgencia» y cómo se convirtió en una palabra tabú lo puedes leer en «The Insurgents» de Fred Kaplan, que reseñé hace poco aquí.

  4. El marco de referencia que evocan las palabras es importante a la hora de articular un discurso. Da o quita legitimidad al referenciante y al referenciado. Lo vemos continuamente en todos los ámbitos de la sociedad.

    Ese cambio de marco puede ser muy importante como señala David Kilcullen cuando enfatiza usar el termino Takfir en vez de Jihad . El cambio de marco de referencia es claro y necesario.

    Supongo que Donald Rumsfeld siempre ha usado estos cambios semánticos y de referencia para ganar batallas dialécticas. Cuando se abusa del mecanismo se puede caer en la auto-deslegitimacion. Ya en su momento este acto resultaba tan notorio que tuvo sus propios artículos. Tirando de Google sale lo que opinaba la prensa entonces con una dosis de de mordacidad. http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2005/11/29/AR2005112901405.html

    «Over the weekend, I thought to myself, ‘You know, that gives them a greater legitimacy than they seem to merit,’ » Rumsfeld, at a Pentagon briefing yesterday, said of his ban on the I-word. «It was an epiphany,» he added, throwing his hands in the air.

    Me estoy saliendo del hilo del post original. Gracias por el articulo y por las referencias a ensayos que haces.

  5. Estoy totalmente de acuerdo con el análisis que haces de la intervención de Estados Unidos en Irak y Afganistán,cuando se planteó la posibilidad de intervenir en Irak yu sostuve de entrada que era un error estratégico mientras no estuviera estabilizado Afganistán,aunque esa campaña ha demostrado que Pakistán es un estado fallido y que ahí empiezan los problemas.Al final apoyé la invasión de Irak debido a la campaña histérica que montó la extravagante izquierda de mi país con el apoyo de los separatistas catalanes y vascos,además de la agresión del tirano de Marruecos a Perejil,sobre todo habiendo el precedente de la intervención de Estados Unidos en la antigua Yugoslavia y el Kosovo donde la izquierda española salvo alguna excepción lease Julio Anguita calló como un puta.

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