«Hizbullah. El brazo armado de Dios» de Javier Martín

Suelo esperar a finalizar los libros para hacer una reseña en el blog. Aunque a veces haya excepciones. Y hoy tendremos una de ellas.

Estoy leyendo estos días, entre otras cosas, la edición de 2005 de «Hizbullah. El brazo armado de Dios» de Javier Martín. Los autores españoles no aportan casi nunca nada nuevo porque se limitan a hacer refritos que sirven de ligeras introducciones al tema en cuestión, pero puestos a profundizar en un tema hay que leerlo todo aunque sea para estar al tanto del estado de la cuestión en España y así, al menos, poder criticar. Así que empecé con el libro de Javier Martín antes de pasar a otros en inglés.

Al poco de empezar a leer me encontré el término «ejército judío» para hablar del ejécito de Israel. Gobierno galo, ministro teutón, economía helena, artista nipón… Es un recurso para no reiterar en un texto un gentilicio. Pero el término se repetía siempre en cada referencia al ejército israelí. ¿Alguna vez leí «armada sintoísta» para referirse a la de Japón o «fuerza aérea shií» para hablar de la de Irán?

Resulta además que el «ejército judío» entró en el Líbano «hollando» su suelo. «Hollar» según el diccionario de la Real Academia Española es «pisar, dejando señal de la pisada» pero también «abatir, humillar, despreciar». Se menciona en el libro también la presencia del ejército sirio en el Líbano, pero no se trata de un «ejército musulmán» ni sus soldados «hollan» el suelo libanés. Los sirios, cualquiera diría, pasaban por allí.

La cosa se pone interesante cuando llegamos a la descripción de los atentados contras las fuerzas israelíes en el Líbano.

«El 4 de noviembre de 1983, un joven partisano de 20 años arrancó un automóvil rojo que un vecino había aparcado delante de su puerta y repartió besos y bendiciones a los cuatro hombres que le miraban de frente, con las pupilas cuajadas de orgullo» (pág. 58)

¿Era un coche rojo y no azul o verde? ¿Cuatro hombres y no cinco o seis, que además miraban de frente? ¿Cómo puede saberlo Javier Martín? No lo sabemos porque no cita las fuentes (Ay, las fuentes. Qué diferencias con el mundo anglosajón). Pero que dé datos tan precisos es el resultado de asumir el papel de narrador omnisciente capaz de penetrar en la mente de aquellos cuatro testigos de la partida del pronto mártir de la causa y así poder saber que en su mirada había orgullo.

Tenemos aquí un recurso literario y un relato novelado de algo que no podemos saber más que por fuentes del grupo que ayudó a perpetrar un atentado terrorista suicida. Y que por tanto, no es más que una pieza de propaganda islamista presentada como relato periodístico. Pasemos a otro atentado.

«Aquel día, se subió a un Mercedes blanco, se abrochó el cinturón de seguridad y recitó la fatiha (primera oración del Corán). Con la mano firme, la mente en Alá y una letanía permanente entre sus labios, recorrió los intrincados caminos del sur libanés hasta llegar a la puerta principal del cuartel, que las tropas israelíes ocupaban en la ciudad meridional libanesa de Tiro» (pp. 74)

Si en el caso anterior cabía un margen de duda sobre que la fuente directa sobre la despedida del terrorista suicida pudo ser uno de los testigos de la despedida que elaboraró un relato idealizado en este caso tenemos nuevamente al narrador omnisciente contándonos ¡qué hizo y pensaba un terrorista suicida poco antes de morir! «Mano firme» y «mente en Alá» suena a expresiones sacadas directamente de un martirologio. Aquí entramos en el terreno donde se confunde relato periodístico con la recreación novelada que nuevamente se hace al servicio de una causa.

¿Mantuvieron la «mano firme» y la «mente en Yahvé» los soldados judíos en sus acciones? En la página 76 nos cuentan la muerte de Raghab Harb a manos de «un grupo de pistoleros de élite israelíes» que le «esperaban emboscados». «Pistolero», según el diccionario de la RAE, es «hombre que utiliza de ordinario la pistola para atracar, asaltar, o, como mercenario, realizar atentados personales».

El término mercenario, por cierto, aparece para señalar a un personaje que Javier Martín encuentra «inquietante»: Imad Mughniyeh. El libro que tengo en mis manos es de 2005 y dudo mucho que en aquel entonces, tres años antes de su muerte, se tuviera dudas sobre la afiliación de Mugniyeh. Sin embargo Javier Martín lo presenta como un personaje ávido de sangre sin excesiva formación ni ambición política cuya vinculación con Hizbullah era «difícil de demostrar» (pág. 82).

Estamos ante un recurso típico de los relatos épicos y heroicos de las organizaciones armadas. Cuando una acción o un personaje resulta especialmente reprobable se le pone bajo la sombra de la duda. (Esa es la fuente de todas las teorías conspiranoicas sobre el 11-S lanzadas por simpatizantes de la yihad islasmista). La cuestión es que Mughniyeh no se trataba de un oscuro personaje cuyas vinculaciones fueran difíciles de trazar. Hasta la Wikipedia en inglés lo identifica como «a senior member of Lebanon’s Hezbollah organisation». Si antes sabíamos por mano de Javier Martín hasta los últimos pensamientos de un terrorista suicida ahora resulta que las vinculaciones con Hizbullah de uno de sus miembros más destacados es un dato discutible e indemostrable.

A Mughniyeh se le responsabiliza del atentado contra las fuerzas internacionales (estadounidenses y franceses) en Beirut el 23 de octubre de 1983. Javier Martín nos proporciona qué pasaba por la cabeza de uno de los conductores de los atentados suicidas camino de su muerte.

«[V]olvió a pensar en Hur al-Ayan, la ninfa de insuperable belleza que le aguardaría a la entrada del paraíso de Alá con los brazos abiertos, dispuesta a lamer sus heridas de mártir» (pág 83).

También nos proporciona los pensamientos de otro terrorista suicida que murió al año siguiente.

«[T]odos su recuerdos pasaron deprisa y la imagen de Alá y del paraíso prometido atoró sus sentidos» (pág. 77).

No digan que no parece sacado de «Más allá de la vida», ese programa de la televisión donde una mujer habla con los muertos. Y todo esto en las primeras 89 páginas de un libro de unas 250 páginas. Lo que me queda…

8 respuestas a “«Hizbullah. El brazo armado de Dios» de Javier Martín

  1. Qué valiente eres… Oye, hace ya no sé loa años, Javier Valenzuela escribío un libro titulado «El partido de Dios», sobre Hezbollah e Irán que publicó El País Aguilar, y que me pareció que estaba bien, teniendo en cuenta que había sido corresponsal en la zona. Seguro que lo conoces, si no, si no lo encuentras, silba.

    Cuidate

  2. Pues terminé el libro.

    Me llamó la atención el recurso de «fulanito me contó todo esto en una apacible tarde de verano frente al mar mientras nos tomábamos té». Sí, vale. Que el autor estuvo allí. Pero poca chicha sacó.

    El resumen de la cosa es que todo tiene que ver con Israel y su ocupación del sur del Líbano hasta el año 2000. El libro, que es de 2005, hace un recorrido rápido y ligero por lo transcurrido en aquella década (retirada siria, muerte de Hariri) y da unos pocos brochazos en el último capítulo sobre la política libanesa y los movimientos en la cúpula de Hezbolá.

    Daniel:

    Creo que con un libro en español sobre el tema he tenido bastante. De Valenzuela tengo «España en el punto de mira» y hace poco ha sacado una recopilación de artículos sobre el mundo árabe recopilando sus crónicas para El País. Me sorprendió en las entrevistas de promoción del libro verlo cercano a la tesis de un Sáhara Occidental autónomo bajo soberanía marroquí.

    En realidad lo que me interesa es el conflicto de 2006 con Israel. Buscaba contexto e historia de Hezbolá. Seguiré con «Hezbollah: A Short History» de A. R. Norton.

    Lepton

    Te refieres ¿a que rajo de un libro dando nombre y apellido del autor?

  3. La política interna libanesa es muuuuuuuuuuuu complicada. Y la guerra de 2006 no puede entenderse sin tener en cuenta ese factor. Allí las alianzas políticas se hacen y deshacen. El que un día es un enemigo acérrimo otro es mi más fiel aliado.

    Los drusos por ejemplo han pasado por varias fases. De ser los enemigos mortales de Hezbolá a ser aliados. Y en pocos años.

    Cada confesión religiosa suele tener su propio partido político. O dos partidos. Uno prosirio y otro antisirio. Pero para complicar más las cosas (o simplificarlas) cada partido suele ser «propiedad» de una familia. Los palestinos desde el punto de vista político están neutralizados desde hace mucho. Se ganaron a pulso el odio de todos los libaneses y así les va.

    Has elegido un tema muy interesante.

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